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lunes, 19 de noviembre de 2012

La sucesión de Fibonacci.

 ¿Alguna vez os habéis parado a contar las pipas de un girasol, las semillas de una margarita, o los piñones de una piña?
Pues parece que Leonardo de Pisa sí lo hizo.
Leonardo (1170-1250), de manera póstuma conocido como Fibonacci, estudió con matemáticos árabes, describiendo conceptos tan desconocidos en Occidente como el número cero, el valor posicional de las cifras o la descomposición en factores primos.
También describió en sus obras la sucesión de números que lleva su nombre; aunque tal vez no fuera él su descubridor. La sucesión fue descrita como la solución a un problema de crecimiento de una población de conejos.
La sucesión de Fibonacci es:  0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, ...
Cada número se obtiene sumando los dos anteriores a él.
0 + 1 = 1, 1 + 1 = 2, 1 + 2 = 3, 2 + 3 = 5, 3 + 5 = 8, 5 + 8 = 13,…
¿Pero qué importancia tiene esta serie de números?
Fibonacci en la naturaleza.
Las ramas y las hojas de las plantas se distribuyen buscando siempre recibir el máximo de luz para cada una de ellas. Por eso ninguna hoja nace justo en la vertical de la anterior. La distribución de las hojas alrededor del tallo de las plantas se produce exclusivamente siguiendo esta sucesión. El número de espirales en numerosas flores y frutos también se ajusta a parejas consecutivas de términos de esta sucesión, por ejemplo, los girasoles tienen 55 espirales en un sentido y 89 en el otro, o bien 89 y 144; las margaritas presentan las semillas en forma de 21 y 34 espirales. Y las piñas presentan siempre 8 y 13 espirales, o bien, 5 y 8. Las conchas de los moluscos, las espirales de las galaxias,…
Si dividimos un número de la serie entre su anterior, vemos que el resultado se aproxima cada vez más al número áureo (F = 1,61803…) o “divina proporción”. Justo lo mismo que si dividimos nuestra altura entre la altura hasta el ombligo. O la distancia del hombro a los dedos entre la distancia del codo a los dedos. O la altura de la cadera entre la altura de la rodilla. Y en las vértebras, y en las articulaciones de las manos y los pies…
Fibonacci, sin pretenderlo, habría hallado la clave del crecimiento en la Naturaleza.

Fibonacci en el arte.
Encontramos esta proporción en la relación entre las partes, el techo y las columnas del Partenón. En el edificio de las Naciones Unidas. En las obras de Miguel Ángel, Durero y Da Vinci, entre otros. En las composiciones de Mozart, de Beethoven…

Este vídeo nos muestra los números de Fibonacci en la Naturaleza y la proporción áurea (número Phi):


Y en este enlace, una explicación muy precisa, aunque en inglés:

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